Recibo y hago llamadas comerciales de manera habitual. Y como estoy vendiendo esta semana una lección de “Cómo iniciar llamadas a puerta fría” he querido compartir contigo 2 de las últimas.
Estoy apuntado a una academia donde tengo conversaciones para mejorar mi nivel de inglés conversacional, no diré el nombre de la academia porque los de Vaughan no necesitan que yo les haga publicidad. En esas que recibo sus newsletters y veo un programa que podría interesarme y contesto al coreo para que me den más información. Unos minutos después una mujer, o diría chiquilla porque alguien con la actitud que tuvo no puedo llamarla mujer independientemente de su edad, me llama. No te transcribo la conversación porque prácticamente no la hubo y estaría toda llena de silencios, “ehhhs” y suspiros. La chiquilla estaba totalmente nerviosa, no lideraba, tuve que ser yo el que fui tirando de la manta para que me mandara la información y en cuanto vio esa salida me dijo vale, te lo envío y prácticamente colgó. Todo mal Nervios, no liderar y que sea el cliente el que lo haga, no preguntar, dudar, estar deseando colgar… Nada bien
En ese punto no me doy por vencido, eso nunca, que sea la otra parte pero no yo, y hago algo muy sencillo que es preguntar al cliente qué es lo que le preocupa de su servicio actual, que me cuente su situación, qué le duele realmente. Con cierto recelo empieza a comentármelo y yo sigo tirando de la manta y liderando, haciendo preguntas que sé que tengo que hacer porque yo soy el que sabe del sector, el profesional joder. Cuando me lo cuenta le digo lo siguiente, esta lección ya de por sí debería cobrarla, apunta: “Entonces si yo te digo que con mi producto consigues ESTO, ESTO y ESTO, ¿valorarías usar mi servicio?”
Su respuesta: un sí rotundo.
Al hacer una llamada comercial puedes liderar o ser liderado. Tú eliges de qué lado quieres estar.
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